LUZBY BERNAL

miércoles, 21 de marzo de 2012

JESÚS LUCHA CONTRA LAS DIVINIDADES DE LA MUERTE

Ya hemos visto cómo Jesús fue de hecho inconforme con respecto a la situación religiosa de su tiempo y de su pueblo. También hemos hablado algo sobre la raíz de ese inconformismo. Intentemos ahora ahondar un poco más en el punto concreto de su rebeldía: las falsas concepciones sobre Dios.
Jesús luchó decididamente contra cualquier tipo de fuerza social que de una u otra manera deshumanizara al hombre o le diera muerte. El vio con claridad cómo el plan original de Dios, del Dios bueno, es que todos los hombres tengan vida, vida plena en todos los sentidos. El "pan" como símbolo de vida debe existir para todos. Este fue un criterio claro en su conducta. El Reino que él predica es un reino de vida para todos.
Jesús se daba cuenta perfectamente que la mayoría de los hijos de Dios estaban privados de la vida de muy diversas formas: por eso optó por ellos. Y se daba cuenta también que la falta de vida tiene por causa la libre voluntad de grupos minoritarios que usan de su poder para sus propios intereses en contra de los demás: por eso lo condenan.
En esa lucha Jesús fue descubriendo que las fuerzas de la muerte se justificaban apoyándose en ideas religiosas y en diversas formas de concebir la divinidad. Por ello buena parte de su actividad se dirigió a desenmascarar las falsas divinidades. Privar al hombre de algo de vida en nombre de Dios tiene una maldad doble, porque Dios es el Dios de la vida.
Esta noción de Jesús de un Dios de vida enseguida entra en conflicto con los intereses privados de quienes no quieren dar vida a otros. Jesús afirma que los derechos de Dios no pueden estar en contradicción con los derechos del hombre. Cualquier supuesta manifestación de la voluntad de Dios que vaya en contra de la dignidad de los hombres es la negación automática de la más profunda realidad de Dios.
Jesús ve que los hombres tienen diversas y aun contrarias nociones de Dios. Pero se da cuenta también que en nombre de una manera concreta de imaginarse a Dios se justificaban acciones contrarias a la voluntad de Dios. Por ello se dedica no sólo a esclarecer la verdadera realidad de Dios, sino a desenmascarar las falsas divinidades en cuyo nombre se oprime al hombre.
El Dios de Jesús es un Dios único, que excluye a todos los otros dioses. "Nadie puede estar al servicio de dos amos... No pueden servir a Dios y al dinero" (Mt 6,24). Jesús presenta a su Padre, el Dios de la vida, como alternativa, y alternativa excluyente, de las falsas divinidades. Los dos se rechazan entre sí.
Hay que elegir. O con el Dios de Jesús o contra el Dios de Jesús. O el Reino de Dios por una parte o la teocracia judía y la paz romana por otra. O Jesús o el César. Los judíos eligieron, y mataron a Jesús en nombre de su Dios e invocando a su Dios. Los romanos lo ajusticiaron en nombre de los dioses del imperio que garantizaban "su" paz. Según la lógica de judíos y romanos Jesús debía morir.
El sumo Sacerdote Caifás "le conjura por el Dios vivo" para poder enviar a Jesús a la muerte (Mt 26,63). Pero aunque irónicamente sea invocado el Dios vivo, de hecho Jesús muere a manos de las falsas divinidades.
La última razón por la que Pilato le puede enviar a la muerte es la invocación de la divinidad del César. En nombre de esa divinidad se puede dar muerte.
Se trata de elegir una teocracia alrededor del templo y la paz romana, por una parte, o del Reinado de Dios, por otra. Se trata, por tanto, de totalidades de vida y de historia, radicalmente basadas y justificadas en una concepción distinta de Dios. Y por la invocación de esas divinidades Jesús es matado. Este es el hecho fundamental que revela el destino histórico de Jesús: las divinidades están en pugna, y de ellas se sigue la vida o la muerte.
La muerte de Jesús no se puede entender sin su vida; su vida no se puede comprender sin aquél para quien él vivía, es decir, su Dios y Padre; y sin aquello para lo que él vivía, es decir, el Evangelio del Reino para los pobres.
La vida de Jesús no se entiende si no se entiende el conflicto entre Dios y los dioses, entre el Dios a quien él predicaba como su Padre y el Dios de la Ley, como lo entendían los guardianes de la ley y los dioses políticos del poder romano de ocupación.
Los dirigentes judíos rechazaron a Jesús y su Dios: "No tenemos más rey que el César" (Jn 19,15). Con ello muestran cuál era el dios por el que ellos habían optado: su ambición de poder y gloria. Rechazan al Dios del amor y eligen al que, por ser opresor, permite y justifica la opresión que ellos ejercen. El Dios al que ellos profesan fidelidad, aunque siguieran llamándolo Yavé, era un dios que legitimaba la opresión. Revelaban así su ateísmo de hecho, su idolatría, pues pusieron sus intereses personales en el lugar de Dios.
Jesús, pues, siguiendo la más pura tradición bíblica, atacó toda concepción idólatra de Dios. En su tiempo no había ídolos en imágenes. Pero sí había cantidad de gente que creía en falsos rostros de Dios, y los usaban en provecho de sus intereses egoístas.


JL.Caravias

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